domingo, 27 de octubre de 2013

Los cuentos de Eros: La Pavoneada

     Solía llegar cada mañana con la cabeza erguida, con un paso al caminar como el que usan los pavos reales cuando muestran su plumaje, lento, ávido, colorido y hasta pedante.

     De cuando en cuando miraba de reojo a sus compañeras, sentía que ninguna le ofrecía competencia, nadie pero nadie del grupo de féminas de la empresa para la que laboraba podía arrebatarle ese privilegiado y autoproclamado primer lugar  de belleza y del que día a día frente al espejo desnuda, escurriendo gotas de agua tras la ducha contemplaba por la largo rato.

     -¡Soy hermosa! - se repetía para sí. A un lado un viejo álbum de fotografías y encima unas tijeras.

     Valeria,  el hermoso espécimen femenino de piel tersa, senos firmes, caderas robustas y piernas torneadas, tomó las tijeras y picó con desesperación y furia cada una de las fotografías del interior de álbum...

     -Maldita seas...nunca, nunca mas....

     A sus pies, trozos de recuerdos de su adolescencia, de aquella niña pecosa, flaca, de pelo corto, de pantaloncillos flojos y blusas holgadas, mas parecida a un niño afeminado que a la glamorosa y monumental mujer que era hoy día.

     Odiaba su anterior yo, el yo que no conseguía citas con los chicos, el yo que no la hizo popular, el yo que la confinó a encerrarse en sí  misma y en buscar algún día su tan anhelada metamorfosis, soportó las burlas de sus compañeras, pero no podía dejar de pensar en como llegar a ser como ellas, lindas, populares y tenían a los hombres comiendo de su palma y besando los pasos tras de ellas...

     El ingreso a la universidad fue el inicio  del fin de su yo colegial y el florecimiento de Valeria. Primero ganó peso comiendo y luego hizo arduas sesiones de ejercicios para "acomodar a su gusto" su cuerpo, sus senos habiánse puesto flojos y caídos, la desesperación se apoderó de la chica y recurrió a medios ilícitos, que Eros no detallará, para poder reafirmar su autoestima con uno que otro retoque en la nariz, los pómulos, la boca entre otras cosas.

     -Nunca mas, nunca...-volvió a decir en voz baja mientras con desprecio veía las fotografías despedazadas en el suelo....

     Su obsesión a sí misma había llegado al punto de que su casa tenía espejos por todos los pasillos, en la cocina, en la cochera, su cuarto tenía un inmenso espejo en el cielo raso y en las paredes para que al despertar, lo primero que contemplase fuese a sí misma...

     Su vehículo tenía espejos en los asientos y en el dash, en el bolso cargaba por lo menos con tres, constantemente se miraba en ellos, su tiempo productivo en el trabajo se dividía en el quehacer cotidiano y las escapadas al baño, el ajuste de su ropa interior blanquísima por defecto, ningún cabello fuera de lugar, sus labios rojos y gruesos, habíase llegado a considerar que no había nadie mas como ella en el mundo, que el ideal de belleza correspondía consigo misma, no sentía competencia de su entorno, todas las demás tenían mas defectos que virtudes...por fin había logrado convertirse en lo que anheló de sus compañeras de colegio.

     Cierto día al entrar a su trabajo, sintió algo extraño en el ambiente, caminó como de costumbre pavoneándose de un lado a otro, mirando de reojo las demás, pero algo la inquietaba, al fondo del pasillo de los cubículos se confirmaba su temor...

-Esa, ¿quien será? ¿Una compañera nueva tal vez?- se dijo. Quedó atónita contemplando una chica con sus mismas características físicas, que se movía pavoneándose al igual que ella de un lado para el otro y sofisticada al vestir igual que ella.

     Su corazón se estrujó, pasó angustiada todo el día, no habló con nadie, no miró a nadie, en su mente sólo estaba el recuerdo de una potencial rival esta mañana, no había redactado ninguno de los documentos solicitados por su jefe, su monitor seguía encendido y ninguna tecla había sido presionada....

     -No puede ser...dijo mordiéndose los labios.

     En los cubículos contiguos al suyo una "reunión social" de última hora había traído algunas risas y carcajadas, Valeria sintió su corazón palpitar mas deprisa, el sudor corrió por su cuerpo aglomerado en enormes gotas que mojaban su espalda y caderas.

     -¿Será que ya hizo amistad tan pronto? ¿Se estarán riendo de mí?

     La mente de la preciosa mujer divagaba entre pensamientos de cómo su rival estaba siendo el centro de atención y una regresión a la adolescencia...

     -Nooooooo, nunca mas, noooooo- se repitió sollozando, no quería ser desplazada de su lugar, sentía su corona desvanecerse y su rival sentarse en su trono, su tristeza se transformó en ira, en venganza, en su cara sus cejas se arquearon malévolamente, nadie le arrebataría lo que tanto le había costado, lo que justamente se mereció...nada ni nadie....

     Se planteó enfrentar a su rival, tomó fuerzas, se retocó el maquillaje, se peinó y fue hacia el pasillo del fondo de los cubículos, para su sorpresa, antes de llegar al final, le pareció distinguir que su rival ya estaba de pie, esperándola.

     En los cubículos todo trasncurría con normalidad, balances por aquí, órdenes de compra por allá, regaños, capacitaciones, campeonatos de solitario...nadie tenía idea de lo que acontecería.

     Valeria estaba cegada, tenía sentimientos encontrados, ira, tristeza, frustración, por su mente recordaba los pedazos de fotografía que había cortado hace poco y que parecieran haber jurado venganza enviándole una persona con cual competir de tu a tu.

De pie, mirando la ingrata que en solo pocas horas le había destronado, sólo pensó en una cosa en aniquilar su obstáculo, emprendió una endemoniada carrera para abalanzarse sobre aquella otra monumental mujer que le había perturbado la vida, Valeria vió que aquella también corrió a abalanzársele, corrió aún mas deprisa, su corazón estaba por estallar de ira, faltaban pocos metros y segundos para darle su merecido a esa que irrumpió su habitat laboral....un grito agudo y vidrioso, terrorífico cambió la rutina de la empresa, todos alzaron sus cabezas en clara señal de confusión. Corrieron súbitamente al pasillo donde habían escuchado a Valeria pavonearse.

     Asombrados, sin palabras, contemplaron en el fondo del pasillo, el ventanal de espejo colocado la noche anterior, estrellado, roto en punzantes filamentos, del otro lado una pavoneada viva de milagro, pero cortada por todos lados.


La moraleja de Eros: Acéptate tal como eres y sé en todo momento y lugar tal cual eres

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